que fundido a negro me impedía salir del laberinto,
que me hacía romper a llorar sin saber la razón.
Una vida llena de vidas que no son la mía
y que impedían que encontrara mi cuerpo,
mi rostro perdido entre la multitud,
en esa calle sin suelo, sin toma de tierra.
Siento en mí, un fervor esquizofrénico
al imaginar cómo será nuestro destino.
Un reloj fuera de control, sin tic ni tac,
pero con dos manecillas tocando el tambor.
Tu mirada me viste de esa perfección que yo no tengo,
con ese traje de superhéroe que sujeta mis heridas
y me prohíbe arrodillarme, si no es para coger impulso.
Vislumbro tus consecuencias con intensidad
cada vez que despierto por la radiación
que generan tus latidos cuando se desvanecen.
Sin esa piel que no es piel, ni es energía,
ni es coraje, ni es la mano escondida sobre la mía.
Es el miedo del no, la droga del sí, sus efectos,
el sabor infinito que termina de golpe,
en una adicción sin abrazos,
solo temblores sin sueños donde sujetarse.