Invadiste mi zona de seguridad,
me hiciste creer en tus guiños.
Tus sonrisas eran mi dogma,
y los besos mi pecado con reverberación.
Los nervios al flotar en otros brazos,
la caída de un vencido que sin oxígeno
fluye en la intersección
entre el auxilio y la esperanza.
Pero…
Eras la flor y te quedaste sola en el desierto.
Soltaste mi mano y la vida me arrastró.
Tu mirada cayó señalando mi destino,
tiraste mis emociones por el suelo,
y mis costuras sin cicatrizar
se envenenaron con la hiel de tus ojos.
Abandonaste las yemas de mis dedos
y guardaste silencio como en una tumba, callaste.
Lluvia… lluvia… lluvia….
Volviste a aparecer en esa canción,
en la silla donde te encontré,
pero esta vez en la historia
solo había
Lluvia, lluvia…
No me dejes a la deriva
en este océano gris
donde me traga la ausencia de tu voz,
y sin latido me pierdo,
sin cobijo bajo las cuchillas de tu…
Lluvia, lluvia no me dejes…
Lluvia no …
Lluvia… lluvia…
Eras la flor y te quedaste sola en el desierto.
La vida me arrastró.