Recuerdo la tarde,
la edad disparada en un péndulo ralentizado,
tu gesto en un gris bajo las sombras,
los charcos en el salón, sus ecos naufragando.
Alaridos,
bestias usurpando nuestros cuerpos
en una elegía descontrolada.
Fotogramas de los primeros besos
estallan como pétalos de ceniza,
alejándose con el viento.
Miradas desconocidas en los espejos;
en la ventana, empañada,
una palabra: desolación.
Entrañas de ébano, soledad extrema,
eterno soliloquio de penumbra y oscuridad,
humo en los porqués,
veneno en sangre.